martes, 21 de agosto de 2007

martes, 14 de agosto de 2007

Volando a ciegass

La fama del comandante Peragallo se fue a las nubes, al regresar de Miami en su primer vuelo en un 767, asistido por Von Bichohausen, recuperando el sitial que tuvo en la línea aérea en la época de los 707.
Un día el comandante Peragallo fue llamado por el Gerente de la aerolínea, para comunicarle oficialmente que se le sacaría de su puesto en Operaciones y retornaría a la nómina de pilotos activos. El comandante Peragallo reaccionó de una forma inesperada:
Preferiría continuar en mi puesto de Operaciones en tierra y no integrar la nómina de pilotos activos.
Pero, comandante Peragallo, una persona como usted, con una fama legendaria en la línea aérea, debe sentirse orgulloso de volver a volar y no seguir en un puesto meramente burocrático.
No me siento cómodo en estos aviones computarizados. Para mí se perdió la magia de la aviación, convirtiéndose esto de volar en algo parecido a la robótica.
No puede decir esto, comandante, la computación es sólo una ayuda para la navegación, pero sus manos expertas son las que guían el avión. No discutamos más este asunto y le informo que próximamente será llamado para comandar un vuelo en nuestra nueva ruta hacia Río Janeiro.
Peragallo salió muy preocupado de la oficina del gerente, ya que en su fuero interno reconocía que esto de las pantallas y los teclados, no era para él.
Durante varias noches Peragallo tuvo una pesadilla repetitiva, en la que sufría un accidente en plena selva brasileña. Durante el día repasaba el manual del curso que le dieron en Houston, pero se daba cuenta que no lograba comprenderlo cabalmente. Esto de la programación de la ruta era una jerigonza y los comandos debían ser tan precisos, que cualquier equivocación podía tener funestas consecuencias.
El día tan temido llegó y Peragallo fue notificado que comandaría un vuelo nocturno a Brasil. Averiguó quién sería su copiloto, rogando que fuese Von Bichohausen, pero tuvo que conformarse con el copiloto que le asignaron, un señor de apellido Sanhueza que tenía casi tantos años como él.
Al subir al avión, Sanhueza le confesó que este era su primer vuelo en un 767 y que agradecía tener como comandante a alguien tan experto como él, de quién asimilaría todas sus enseñanzas.
Peragallo estaba al borde de un ataque de nervios, una pareja de veteranos, neófitos en computación, comandando un avión de varios millones de dólares.
En su desesperación y recordando su experiencia como burócrata, hizo llamar al Jefe de Mantenimiento para que revisara una de las computadoras, ya que en su opinión había un chip defectuoso, porque cuando quiso encender las turbinas, sintió una vibración muy pronunciada en el ala derecha, sin conseguirlo.
El Jefe de Mantenimiento escribió un par de comandos en la pantalla y como por arte de magia, partieron los 2 enormes motores.
El vuelo fue demorado por espacio de 45 minutos, para realizar un prolijo chequeo del avión, sin que se encontrara nada anormal.
El Jefe de Mantenimiento dió su aprobación para el despegue del avión, pero Peragallo insistía que al acelerar las turbinas, se producía una vibración imperceptible, que podría desestabilizar el avión en el despegue.
Después de una prolongada discusión, Peragallo pidió el formulario A-34, en el cual estampó una denuncia, en la que hacía responsable al Jefe de Mantenimiento por cualquier anormalidad que pudiese surgir durante el vuelo.
Sanhueza observaba boquiabierto esta discusión y apoyó cada uno de los argumentos de Peragallo, con cara de inteligente y aparentando ser un experto.
Ante la denuncia escrita de Peragallo, el Jefe de Mantenimiento estaba empezando a dudar de su veredicto, pero la torre de control dió una orden terminante de despegar, ya que en Brasil el tiempo se estaba descomponiendo rápidamente.
Peragallo no estaba dispuesto a recibir una orden de un funcionario de menor jerarquía, así que le respondió al controlador de vuelo:
Sepa usted, que quien decide cuando despegar soy yo, el comandante de la nave y no un funcionario de la torre de control.
Después de un rato, Peragallo informó a la torre de control que estaba listo para el despegue, mientras ordenaba a Sanhueza que programara el despegue por computación, quien escribió torpemente en la pequeña pantalla algunos jeroglíficos.
Peragallo puso los motores a máxima potencia, pero no confiaba en la programación de Sanhueza, así que despegaría en forma manual.
Al cabo de unos pocos minutos el avión se encontraba a algunos miles de pies del suelo, y orientó el avión en forma visual hacia la ruta que le indicaba Sanhueza, que traía abierto un plano sobre sus rodillas.
¿Qué hace con ese mapa en la mano, en vez de programar el vuelo?
Sanhueza estaba realmente compungido, pero no hacía el menor asomo de programar nada.
¿Tiene un sextante y una brújula, mi comandante?
¿Cómo, regresamos a la época de Pedro Picapiedra?
Es que con los nervios, se me olvidó todo lo que aprendí en los simuladores de vuelo. Dígame usted, lo que debo hacer.
Peragallo se sintió tocado por el comentario de su subalterno y no estaba dispuesto a quedar como un ignorante ante Sanhueza, así que le dijo:
Tome usted el timón, mientras yo hago la programación de la ruta.
El comandante se sumergió en la pantalla escribiendo raros comandos e instrucciones, de los pocos que recordaba, cuando de inmediato el avión empezó a descender rápidamente. Sanhueza que estaba aterrorizado le dijo:
Comandante, el avión está perdiendo altura rápidamente, no logro controlarlo manualmente.
Peragallo sacó del interior de su chaqueta, un resumen con las comandos de programación, que había elaborado para una emergencia como ésta y escribió un par de cosas, con lo cual el avión empezó a ascender como en un viaje hacia la luna. El torpe de Sanhueza parecía relator de fútbol y le dijo ahora:
Ahora ascendemos como si estuvieramos despegando. Los pasajeros están gritando...
Peragallo buscaba y rebuscaba en su ayuda memoria, algún comando para que el avión se estabilizara y se decidió por uno con lo que el avión recuperó su trayectoria horizontal, pero inició un brusco viraje hacia babor. Después de volar algunos minutos en círculo, llegó la jefa de cabina:
¿Qué pasa, comandante? Los pasajeros están aterrorizados. Primero un descenso brusco, después un ascenso violento y ahora estamos dando una vuelta eterna. ¿Tiene algún problema el avión?
Mire, señorita Roxana, a usted le consta la denuncia que hice antes del despegue. Efectivamente este avión tiene un grave problema en el timón y gira hacia babor como un trompo. Pero no se preocupe, ya que con mis años de experiencia superaremos el problema.
Al salir la jefa de cabina volvió a recurrir a su ayuda memoria y escribió un comando mágico, que desactivó la computadora y el vuelo quedó operativo en forma manual.
Sanhueza comentó inmediatamente:
Comandante, ahora responden los comandos manuales...
No tuve más remedio que desactivar la computadora porque venía fallando. Informe a la torre de control de Río, de nuestro arribo a la 1.35 GMT.
Mientras tanto Peragallo decidió tranquilizar a los pasajeros a través del altavoz:
Señores pasajeros, les habla el comandante. Hace un momento, hemos debido hacer una brusca maniobra evasiva para evitar un área de cirrus tormentosos que detectamos sorpresivamnte en el radar. Ahora estamos en la ruta correcta nuevamente y estimamos nuestra llegada a Río alrededor de una hora y media más. Esperamos que disfruten de nuestro vuelo...
A través de las ventanas del avión se veía un cielo estrellado, una luna llena resplandeciente y ningún asomo de nubes.
Sanhueza sonriendo con picardía dijo:
Excelente su explicación, comandante, no podemos comentar los graves problemas que hemos tenido con la computadora...